miércoles, 20 de septiembre de 2017

19 de septiembre

Alberto Híjar Serrano
Cuando parecía que las palabras solidaridad, fraternidad, trabajo liberador, organización colectiva para el bien común, habían perdido sentido, la respuesta al desastre ha reactivado la lucha por la vida. Sin más convocatoria que la urgencia de salvar vidas, aliviar la situación de quienes perdieron todo y de organizar la remoción de escombros y la aportación de herramientas, artefactos y maquinaria para lograrlo, ahí donde es necesario, llegan apoyos y ayudas. Ciudad Universitaria, como otros espacios similares, tuvo una noche con una multitud que otra vez reúne a profesores, investigadores, trabajadores administrativos y estudiantes para atender lo necesario. A oscuras y con las calles cerradas, brigadas de motociclistas y ciclistas transportaron médicos y todo lo necesario ahí donde la comunicación efectiva realizaba la llamada de auxilio. Una jovencita con mochila a la espalda, llega, desparrama la vista, mide sus fuerzas frente a la cadena por la que pasa de mano en mano las cubetas de escombros y rápido decide hacerla de agente de tránsito. Alguien le da un silbato para culminar su buen desempeño. Seguro encontró compañeras y compañeros para acordar todo lo necesario incluyendo el digno orgullo de trabajar por la vida. En alto contraste, el lector de noticias de Canal 13 actúa en mangas de camisa de manera semejante a la abyecta Anahí que hizo filmar su declaración de que sin arreglo y despeinada y a sabiendas de que sus fans quisieran oírla cantar, prefiera servir a los inundados, aunque no haya noticia alguna de lo hecho al respecto por ella y su esposo el gobernador de Chiapas. Tiempo ha, la película Los Inundados de Fernando Birri dio cuenta de las simulaciones de los funcionarios mientras los sobrevivientes de una inundación en Argentina aliviaban su terrible situación gracias a la solidaridad de los pobres. Testimonios filmados como éste, dieron lugar al Tercer Cine en los sesenta y setenta contra el star system de Hollywood y el intimismo de la Nueva Ola Francesa. Ahora, por unos días, las televisoras hacen el milagro de ponerse del lado de los damnificados para informar y establecer enlaces y redes. Ya se sabe que esto es excepcional y que volverá la bazofia sensiblera, sentimentalera a favor de la competitividad y demás zarandajas neoliberales. Una necesidad humana profunda mueve la sustitución de todo esto por el trabajo solidario.  Pulsión de muerte, llaman los freudianos a la presencia constante y necesaria del imprevisible fin de la vida. Al discutir el fetichismo de la mercancía como falsa aspiración de compraventa y de advertir la enajenación ocultadora del trabajo para bien de todos y no para el provecho personal del patrón, Marx abrió la reflexión práctica del trabajo. Herbert Marcuse titula Eros y civilización a la investigación del constante enfrentamiento entre el amor pleno como esencia vital y la amenaza de Tánatos como tendencia destructiva y maligna, pero aceptable en la medida en que parece omnipotente. Los desastres y las tragedias sociales construyen un saber amoroso concretado en trabajo para el bien de todos, sin más ganancia que la digna satisfacción de saberse del lado de la vida. He aquí la esperanza como política sin mediaciones espurias ni reconocimientos estatales. Hay un proceso acumulativo que pasa por Tlaltelolco, Atenco, Ayotzinapa, el repudio al fraude electoral de los +132 y del ejemplo de figuras discretas y soberanas como Francisco Toledo organizando cocinas comunitarias, papalotes en vuelo por los +43 y llamando a la reconstrucción libre de los negocios de las constructoras y a favor de materiales, técnicas y distribución de espacios característicos de la arquitectura sin arquitectos, al menos de esos arquitectos enriquecidos por las necesidades suntuarias de los explotadores. Que nadie regrese a las rutinas luego de trabajar por el bien de todos.   
20 septiembre 2017

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