viernes, 30 de julio de 2010

Apuntes sobre el concepto de libertad de Orlando Márquez.

Enrique Ubieta Gómez
Hay un viejo apotegma que asegura que ya todo está dicho en este mundo –en torno a los sentimientos, pasiones e intereses humanos; sobre el amor, el odio, la envidia, etc.--, y que los escritores más originales lo que hacen es decir lo mismo de una manera diferente; la forma, sin embargo, es consecuencia a veces de un cambio de perspectiva y produce el hallazgo de matices no expuestos con anterioridad. Cada época trae un cambio de perspectiva, y por lo tanto, la posibilidad de formas descubridoras de nuevos contenidos. Pero no siempre lo que parece es: cuando ciertas formas retóricas dejan de usarse, pueden ser retomadas como nuevas algunas décadas después, para ser vendidas en el mercado de las ideas. En la batalla (no siempre de ideas) que intenta revertir el socialismo cubano, es habitual este procedimiento, porque la población cubana, en su mayoría nacida o educada después de 1959, es virgen con respecto a la retórica capitalista y está en cambio saturada de la socialista (aunque en términos históricos la socialista sea nueva y la capitalista vieja). Un ejemplo ilustrativo de esa tendencia –que manipula las necesidades y los consensos sociales, torciéndoles subrepticiamente el rumbo hacia soluciones capitalistas--, es el reciente artículo de Orlando Márquez, “Sobre libertad y liberalizaciones” (Palabra Nueva, Revista de la Arquidiócesis de Las Habana, No. 198, julio-agosto de 2010), dos términos que no se presuponen más que en el discurso económico del capitalismo.
Para su primer “descubrimiento”, Márquez no selecciona un escenario tercermundista, como si la aplicación de políticas liberales pudiese reubicar a Cuba en el mapa geoeconómico. La revelación le llega en York, una ciudad del Reino Unido, el Norte del Norte en términos económicos. Márquez tropieza con los homeless (los sin-casa), y enseguida acoge precisiones terminológicas oficialistas (de los británicos): alguno, dice, puede que tenga casa, así que es preferible llamarlos rough sleepers (que duermen a la intemperie). Entonces comprende que la “propaganda socialista” lo había confundido: “había hecho mía una idea –escribe-- que no me permitía ver que la libertad de cada hombre es suya y no depende ni siquiera de mis conceptos de salud pública u orden social (…) Quizás la idea de libertad de aquellos rough sleepers no fuera muy académica, les bastaba saber que un día podían dormir en el hostal Arc Light (se refiere al albergue para indigentes) y al siguiente alimentarse en el comedor del Ejército de Salvación, o pedir algo por la puerta trasera de la pizzería más importante de la ciudad. Esa era su libertad”. He aquí el “hallazgo” de Márquez: la pobreza como ejercicio de libertad individual. Un criterio largamente defendido en las Selecciones de Reader Digest y en las telenovelas de Univisión; y compartido por liberales como Ronald Reagan y Margaret Teatcher.
Esta idea es rematada algunos párrafos más adelante, cuando el laico Márquez aboga por la paz, es decir, no por la retirada de los invasores de Irak y Afganistán, o por la no agresión a Irán, no por la derogación total, sin condiciones, del bloqueo económico a Cuba (acto de violencia que ocasiona el sufrimiento), sino por la paz entre opresores y oprimidos, entre explotados y explotadores: “tampoco creo que estemos condenados a la lucha constante, ya no de clases como sugería Marx, sino solo de los intereses personales y aspiraciones diferentes. ¿Puede alguien demostrar que es malo que una persona tenga iniciativa empresarial y que otra prefiera ser asalariada?” Márquez ha “descubierto” que ser asalariado y no empresario es, para la mayoría de las personas, una elección personal. Que ser rico o pobre es el resultado de una vocación. De cualquier manera, como somos latinoamericanos y no europeos, sus descubrimientos hay que situarlos a la fuerza en el contexto regional. ¿Qué significa en nuestros países ser pobre, desempleado (sin subsidios posibles), analfabeto, desplazado?, ¿qué significa en América Latina el capitalismo?
El torcido concepto de paz que tiene Márquez se asocia a un mito cuidadosamente cultivado por la retórica capitalista: el de la violencia revolucionaria. Resulta que “responder con ideas a las críticas al modelo social que impera entre nosotros (y) convencer con argumentos a los que no comprenden el proceso”, como proponen según reconoce dirigentes políticos cubanos, junto a científicos sociales y periodistas de la Revolución, es sin embargo “un modo civilizado de actuar, totalmente distinto a la violencia revolucionaria defendida y practicada por otros”. Es una reiterada táctica ideológica del capitalismo la de oponer los conceptos de revolución y de evolución (y omitir el verdadero antónimo: el de contrarrevolución), el primero como una actitud intransigente, violenta, que desconoce el diálogo y la convivencia.
En realidad, el primer y fundamental acto de violencia es el que ejerce el explotador sobre el explotado. Dejar las cosas tal como están –como pretende el reformismo sistémico--, no es un acto de civilidad, sino de mayor violencia. Liberar a los explotados no es fomentar la violencia: la fomentan los explotadores que no lo permiten o que están dispuestos a todo –invadir países, provocar atentados en los que mueran inocentes como excusa para la acción, asesinar personas, decretar bloqueos económicos, etc.--, con tal de no perder los privilegios que se sustentan sobre la violencia. Los explotadores no esperan encontrar “la verdad”, sino retomar el poder. Márquez oculta deliberadamente ese detalle. Fue la Revolución la que alfabetizó al pueblo, la que elevó el nivel educacional general hasta el noveno grado y formó a un millón de profesionales, la que nos pidió en la voz de Fidel que “leyéramos, no que creyéramos”. Márquez oculta el hecho indiscutible de que el socialismo necesita convencer con ideas, mientras que el capitalismo lo hace con imágenes; las explicaciones y los argumentos son enemigos naturales del capitalismo.
Para eludir todas estas argumentaciones, Márquez acude a un viejo sofisma, y produce un párrafo que es digno de figurar en cualquier antología del disparate: “La cuestión tampoco es reducir el dilema a “capitalismo” y “socialismo” –dice--, trampa preferida de inmovilistas y fariseos de la política. Esos términos, y los contenidos que expresan, seguirán existiendo por mucho tiempo más y continuaremos aplicándolos, pero la realidad humana, y por ende social, es superior a todo intento por encasillarla, más aún en una época tan singular como la nuestra, donde los capitalistas chinos son bienvenidos al Partido comunista de su país, mientras al Gobierno de Estados Unidos se le llama comunista por aplicar fórmulas de mayor control estatal”. No se trata, creo, de absoluta ignorancia. Hay en Márquez una buena dosis de maldad (de falta de interés en la verdad, en la discusión seria con argumentos, muestra elocuente de que su deseo no es convencer como nos pide, sino confundir): él, como cubano, sabe que no es lo mismo comunismo que socialismo, que no es lo mismo socialismo que una sociedad alternativa, más justa, en un contexto que no permite otros avances; sabe que el modelo chino tuvo que enfrentar el hambre de mil millones de ciudadanos y buscar soluciones provisionales que priorizaran lo impostergable en un mundo hostil: la vida; sabe también que nadie con elementales conocimientos de política calificaría al gobierno estadounidense de “comunista” (cuando ni siquiera aspira a soluciones internas de corte socialdemócrata). Quiere escamotear la existencia del capitalismo, para llevarnos a él; que no arribemos a una conclusión ineludible: la Humanidad solo tiene un camino para su salvación –social, ecológica--, el anticapitalismo. Póngale Márquez el nombre que quiera. El marxismo no es un dogma –como el de la Iglesia, por ejemplo--, es un método de análisis, que se enriquece con los datos cambiantes de la realidad histórica. No es “un argumento” de “la Europa del siglo XIX”. Estoy seguro que Márquez lo sabe, aunque eluda el debate sincero.

4 comentarios:

  1. Estimado Enrique,

    Si la relación explotador-explotado y los privilegios que ella conlleva carecen de justificación ética bajo el capitalismo, mucho menos en el socialismo que impera en Cuba, que en lugar de erradicarla, la ha acentuado, concediéndole privilegios claramente elitistas y clasistas a ciertos individuos que se dan muy buena vida sobre la base del discurso hipócrita, lo cual es doblemente inmoral, primero por existir y segundo por plantear que no existe. Déjeme recordarle que los esclavos en la Cuba colonial recibían atención médica gratis --de hecho mejor que la que podía recibir cualquier blanco pobre o negro libre-- y el adoctrinamiento de la Iglesia, y sin embargo, ni la medicina ni las promesas que le llegaban a través del adoctrinamiento religioso los hacía renunciar a la libertad. Esta es en esencia algo que nos pone a todos en el mismo plano, lo cual no se ha conseguido en el capitalismo, y mucho menos en el socialismo leninista-estalinista que se impuso desde la Unión Soviética, como muy bien plantea ese gran enemigo del capitalismo Noam Chomsky, y en el socialismo castrista, que tanto se le parece y donde la gente renuncia a ser libre, incluso no ejerciendo la manera más elemental de la libertad, que es como bien dijera Martí, hablar y pensar sin hipocresía. La única forma de erradicar la relación explotador-explotado es democratizar verdaderamente el trabajo y convertir a los trabajadores en verdaderos dueños de los medios de producción, que no ha sucedido en Cuba, donde el sindicato, en teoría la institución que defiende al trabajador, le sirve fielmente al empresario, que es el Estado, o sea todos, o mejor dicho, nadie... ¿o los dirigentes?...

    Saludos.

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  2. Me recuerda lo escrito por Anatole France en THE RED LILY (1894): "The law, in its majestic equality, forbids the rich as well as the poor to sleep under bridges, to beg in the streets, and to steal bread." [Nelson P Valdés]

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  3. En América Latina o en Europa,el capitalismo significa lo mismo,la explotación del hombre por el hombre,la destrucción ecológica del planeta.Sólo cambian las formas,las apariencias.

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  4. La influencia de la ideología burguesa nos hace aunque no queramos,analizar al socialismo desde el punto de vista del sistema capitalista,y nos muestra a un Carlos Marx dede esa misma perpectiva,desde que nacemos nos meten en la cabeza valores,sentimientos y formas de actuar y de pensar desde el punto de vista de los dueños de los medios de producción.Y si el socialismo no se ha desarrollado más allá de lo que es hoy,preguntenle a los vecinos de norte a EEUU.Y preguntense también que otro país sub desarrollado habría podido resistir todo lo que ha resistido el pueblo cubano y su revolución por más de 50 años,Bloqueos de todo tipo,intentos de invasión,desinformación y mentiras etcetera.Y si America Latina toda fuera una Patria Socialista otra cosa estariamos hablando.No necesitamos que nos construyan edificios de más de 50 pisos para arriba,si no que nos construyan casas o departamento que nos permitan vivir desahogadamente y como seres humanos.

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