viernes, 30 de julio de 2010

Jornada por la libertad de los 5 en twitter.

Apuntes sobre el concepto de libertad de Orlando Márquez.

Enrique Ubieta Gómez
Hay un viejo apotegma que asegura que ya todo está dicho en este mundo –en torno a los sentimientos, pasiones e intereses humanos; sobre el amor, el odio, la envidia, etc.--, y que los escritores más originales lo que hacen es decir lo mismo de una manera diferente; la forma, sin embargo, es consecuencia a veces de un cambio de perspectiva y produce el hallazgo de matices no expuestos con anterioridad. Cada época trae un cambio de perspectiva, y por lo tanto, la posibilidad de formas descubridoras de nuevos contenidos. Pero no siempre lo que parece es: cuando ciertas formas retóricas dejan de usarse, pueden ser retomadas como nuevas algunas décadas después, para ser vendidas en el mercado de las ideas. En la batalla (no siempre de ideas) que intenta revertir el socialismo cubano, es habitual este procedimiento, porque la población cubana, en su mayoría nacida o educada después de 1959, es virgen con respecto a la retórica capitalista y está en cambio saturada de la socialista (aunque en términos históricos la socialista sea nueva y la capitalista vieja). Un ejemplo ilustrativo de esa tendencia –que manipula las necesidades y los consensos sociales, torciéndoles subrepticiamente el rumbo hacia soluciones capitalistas--, es el reciente artículo de Orlando Márquez, “Sobre libertad y liberalizaciones” (Palabra Nueva, Revista de la Arquidiócesis de Las Habana, No. 198, julio-agosto de 2010), dos términos que no se presuponen más que en el discurso económico del capitalismo.
Para su primer “descubrimiento”, Márquez no selecciona un escenario tercermundista, como si la aplicación de políticas liberales pudiese reubicar a Cuba en el mapa geoeconómico. La revelación le llega en York, una ciudad del Reino Unido, el Norte del Norte en términos económicos. Márquez tropieza con los homeless (los sin-casa), y enseguida acoge precisiones terminológicas oficialistas (de los británicos): alguno, dice, puede que tenga casa, así que es preferible llamarlos rough sleepers (que duermen a la intemperie). Entonces comprende que la “propaganda socialista” lo había confundido: “había hecho mía una idea –escribe-- que no me permitía ver que la libertad de cada hombre es suya y no depende ni siquiera de mis conceptos de salud pública u orden social (…) Quizás la idea de libertad de aquellos rough sleepers no fuera muy académica, les bastaba saber que un día podían dormir en el hostal Arc Light (se refiere al albergue para indigentes) y al siguiente alimentarse en el comedor del Ejército de Salvación, o pedir algo por la puerta trasera de la pizzería más importante de la ciudad. Esa era su libertad”. He aquí el “hallazgo” de Márquez: la pobreza como ejercicio de libertad individual. Un criterio largamente defendido en las Selecciones de Reader Digest y en las telenovelas de Univisión; y compartido por liberales como Ronald Reagan y Margaret Teatcher.
Esta idea es rematada algunos párrafos más adelante, cuando el laico Márquez aboga por la paz, es decir, no por la retirada de los invasores de Irak y Afganistán, o por la no agresión a Irán, no por la derogación total, sin condiciones, del bloqueo económico a Cuba (acto de violencia que ocasiona el sufrimiento), sino por la paz entre opresores y oprimidos, entre explotados y explotadores: “tampoco creo que estemos condenados a la lucha constante, ya no de clases como sugería Marx, sino solo de los intereses personales y aspiraciones diferentes. ¿Puede alguien demostrar que es malo que una persona tenga iniciativa empresarial y que otra prefiera ser asalariada?” Márquez ha “descubierto” que ser asalariado y no empresario es, para la mayoría de las personas, una elección personal. Que ser rico o pobre es el resultado de una vocación. De cualquier manera, como somos latinoamericanos y no europeos, sus descubrimientos hay que situarlos a la fuerza en el contexto regional. ¿Qué significa en nuestros países ser pobre, desempleado (sin subsidios posibles), analfabeto, desplazado?, ¿qué significa en América Latina el capitalismo?
El torcido concepto de paz que tiene Márquez se asocia a un mito cuidadosamente cultivado por la retórica capitalista: el de la violencia revolucionaria. Resulta que “responder con ideas a las críticas al modelo social que impera entre nosotros (y) convencer con argumentos a los que no comprenden el proceso”, como proponen según reconoce dirigentes políticos cubanos, junto a científicos sociales y periodistas de la Revolución, es sin embargo “un modo civilizado de actuar, totalmente distinto a la violencia revolucionaria defendida y practicada por otros”. Es una reiterada táctica ideológica del capitalismo la de oponer los conceptos de revolución y de evolución (y omitir el verdadero antónimo: el de contrarrevolución), el primero como una actitud intransigente, violenta, que desconoce el diálogo y la convivencia.
En realidad, el primer y fundamental acto de violencia es el que ejerce el explotador sobre el explotado. Dejar las cosas tal como están –como pretende el reformismo sistémico--, no es un acto de civilidad, sino de mayor violencia. Liberar a los explotados no es fomentar la violencia: la fomentan los explotadores que no lo permiten o que están dispuestos a todo –invadir países, provocar atentados en los que mueran inocentes como excusa para la acción, asesinar personas, decretar bloqueos económicos, etc.--, con tal de no perder los privilegios que se sustentan sobre la violencia. Los explotadores no esperan encontrar “la verdad”, sino retomar el poder. Márquez oculta deliberadamente ese detalle. Fue la Revolución la que alfabetizó al pueblo, la que elevó el nivel educacional general hasta el noveno grado y formó a un millón de profesionales, la que nos pidió en la voz de Fidel que “leyéramos, no que creyéramos”. Márquez oculta el hecho indiscutible de que el socialismo necesita convencer con ideas, mientras que el capitalismo lo hace con imágenes; las explicaciones y los argumentos son enemigos naturales del capitalismo.
Para eludir todas estas argumentaciones, Márquez acude a un viejo sofisma, y produce un párrafo que es digno de figurar en cualquier antología del disparate: “La cuestión tampoco es reducir el dilema a “capitalismo” y “socialismo” –dice--, trampa preferida de inmovilistas y fariseos de la política. Esos términos, y los contenidos que expresan, seguirán existiendo por mucho tiempo más y continuaremos aplicándolos, pero la realidad humana, y por ende social, es superior a todo intento por encasillarla, más aún en una época tan singular como la nuestra, donde los capitalistas chinos son bienvenidos al Partido comunista de su país, mientras al Gobierno de Estados Unidos se le llama comunista por aplicar fórmulas de mayor control estatal”. No se trata, creo, de absoluta ignorancia. Hay en Márquez una buena dosis de maldad (de falta de interés en la verdad, en la discusión seria con argumentos, muestra elocuente de que su deseo no es convencer como nos pide, sino confundir): él, como cubano, sabe que no es lo mismo comunismo que socialismo, que no es lo mismo socialismo que una sociedad alternativa, más justa, en un contexto que no permite otros avances; sabe que el modelo chino tuvo que enfrentar el hambre de mil millones de ciudadanos y buscar soluciones provisionales que priorizaran lo impostergable en un mundo hostil: la vida; sabe también que nadie con elementales conocimientos de política calificaría al gobierno estadounidense de “comunista” (cuando ni siquiera aspira a soluciones internas de corte socialdemócrata). Quiere escamotear la existencia del capitalismo, para llevarnos a él; que no arribemos a una conclusión ineludible: la Humanidad solo tiene un camino para su salvación –social, ecológica--, el anticapitalismo. Póngale Márquez el nombre que quiera. El marxismo no es un dogma –como el de la Iglesia, por ejemplo--, es un método de análisis, que se enriquece con los datos cambiantes de la realidad histórica. No es “un argumento” de “la Europa del siglo XIX”. Estoy seguro que Márquez lo sabe, aunque eluda el debate sincero.

jueves, 29 de julio de 2010

Nota personal sobre Kirmen Manzaneda.

Los amigos son seres de culto. José Manzaneda, principal impulsor del proyecto Cubainformación, hombre noble y persistente, es uno de ellos. Aunque todavía es muy joven, o lo parece, no sé bien, acaba de estrenarse como papá. Él mismo describe el acontecimiento así:
"Aunque Kirmen Manzaneda Sáenz de Ugarte nació el 24 de julio, en casi unas horas ya se había unido al grito de ¡Viva el 26 de julio! Gora Uztailak 26! ¡Viva la Revolución cubana!
Musuak, besos.
Un abrazo hermano.

No es lo mismo ser un "rojo" que un "rojillo".

29/07/2010 (tomado de PÚBLICO.ES, Madrid) . En cuestiones políticas, no es lo mismo ser un rojo que un rojillo. Al menos para la Real Academia de la Lengua.
La institución, que ha incorporado este jueves un buen puñado de nuevas palabras a su diccionario en Internet, marca diferencias no menores entre ambos términos. En el primer caso, la cuarta acepción de "Rojo" dice que, "en política", sería un "radical, revolucionario".
Rojillo es, sin embargo, el que tiene "tendencias políticas más bien izquierdistas". Si una persona se define, por tanto, de rojo, es partidario de "reformas extremas", además de "tajante e intransigente". No otra es la defición de radical. A todo eso debe añadirse qué entiende la RAE por revolucionario: "Alborotador, turbulento". Por tanto, la definición final de "rojo" podría ser, siempre según la Academia, un "alborotador tajante e intrasigente". Todo cambia si uno se define de "rojillo". Porque entonces sus tendencias serían "más bien" izquierdistas. Es decir, una "persona que profesa los ideales de la izquierda política".

La contrarrevolución busca dar una lectura distinta de la historia.

Guerra Cultural en Venezuela pretende influir sobre el estado de la lucha de clases.
De acuerdo con el filósofo cubano Eliades Acosta, la Guerra Cultural es una tendencia del uso de herramientas culturales para influir de manera directa sobre el estado de la lucha de clases en la correlación de fuerzas de un país. El especialista del Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”, con sede en Cuba, considera que lo que realmente divide a la sociedad no es el color de
la piel ni haber nacido en un país determinado, sino la propiedad sobre los medios de producción.
“Lo que enfrenta al hombre es precisamente el hecho de tener o no propiedad, el tener que vender su trabajo o tener que ser explotado por otros para poder vivir”, subraya. La estrategia también es utilizada para subvertir gobiernos que puedan ser molestos a los planes hegemónicos del imperio estadounidense que es el gran propulsor de este tipo de guerras en el mundo contemporáneo.
LA OTRA CARA DE LA HISTORIA
Para el profesor Acosta, la polémica desatada en torno a este acto impulsado por el Gobierno venezolano para determinar, entre otras interrogantes, las verdaderas causas de la muerte de Bolívar, es el mejor ejemplo de cómo se aplican los instrumentos de Guerra Cultural alrededor de un tema histórico.
Sostuvo que las élites de poder, desplazadas por la Revolución, han hecho de eso un terreno de batalla, “y han ido ramificando los ataques que pasan de lo mediático a lo histórico”.
En este caso particular, advirtió el especialista, se está recurriendo al uso de la historia, con el apoyo de todo un andamiaje publicitario, para imponer otra lectura del mismo hecho y así descalificar la acción del Gobierno. Señaló que también hay una contranarrativa que genera una interpretación distinta de los hechos, dado que “para el Gobierno y para el pueblo, el acto ha
sido algo enaltecedor, mientras que para la oposición reaccionaria, el mismo hecho constituye una profanación y una falta de respeto a la figura de El Libertador”.
La ola de ataques generada por los efectos de la Guerra Cultural que se erige contra Venezuela, en opinión del investigador, ha sido eficazmente contrarrestada por el Ejecutivo venezolano mediante la construcción colectiva de la bandera que acompañará a los restos mortales del Padre de la Patria en su nuevo lecho de muerte.

Desde la Asamblea Nacional.

Estoy en estos días asistiendo a las siempre intensas deliberaciones de las comisiones de la Asamblea Nacional, verdadero núcleo democrático que antecede y fija la aprobación o no --después de meses de debate--, de lo que se lleva a plenario. Si este aprueba por unanimidad o por mayoría las regulaciones y leyes que llegan a ser presentadas, es porque antes las comisiones de expertos diputados (en conocimientos académicos unos y prácticos otros, porque en ellas abundan directivos, investigadores, campesinos productores y jefes de obra, todos además con la vivencia de los recorridos regulares por las zonas o sectores económicos que atienden y representan) discuten cada letra y exigen de los ministros las informaciones pertinentes.
Aunque parezca distante mi sugerencia, quiero proponer la lectura de este texto de Graziella Pogolotti sobre Jorge Mañach.

lunes, 26 de julio de 2010

La Revolución cubana y la izquierda equidistante: el ejemplo de Heinz Dieterich.

Albert Escusa
En el año 2007, otro famoso investigador profetizaba nada más y nada menos, tras la derrota de la reforma constitucional promovida por el gobierno de Hugo Chávez, la caída estrepitosa de los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Cuba entre los años 2008 y 2010:
«Es posible que los gobiernos de Hugo Chávez y de Evo Morales no sobrevivan los embates de la reacción en el año 2008 y que el modelo cubano se agote en el 2009-2010, si no se toman medidas realistas de inmediato».
Como los lectores más agudos habrán podido adivinar, el autor en cuestión es Heinz Dieterich. Han pasado los años 2008, 2009 y la mitad del 2010 (todavía hay “esperanzas” de que estas profecías se vean cumplidas) y, al igual que a Oppenheimer, podemos recordarle a Dieterich aquello de que “los muertos que vos matasteis gozan de muy buena salud”.
(Texto de referencia de H. Dieterich "Severa derrota de la Revolución cubana")

Patria es Humanidad.

Fidel en el Memorial José Martí. Foto de Silvio Rodríguez

Otro 26.

Y un Fidel (recuperado) que vibra en las montañas... Otro 26, 57 años después. En Santa Clara, frente al mausoleo que guarda los restos del Che. Con el saludo de la Revolución venezolana.

Populismo.

Pascual Serrano
Correo del Orinoco
La palabreja populismo está dando mucho juego en los medios. No está claro qué significa, de hecho su acepción no está en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero como es algo malo se le endosa a todo lo indeseable. Hace unas semanas observamos cómo el diccionario del periódico El Mundo tenía como primera acepción “Movimiento político ruso de finales del sigloXIX, que aspiraba a la formación de un estado socialista de tipo campesino, contrario a la industrialización occidental”. Ahora, un editorial de El País el 11 de junio, titula “Populismo en auge”, y trata sobre la subida electoral en Holanda de un partido ultraderechista y xenófobo contra inmigrantes y musulmanes. No acaba ahí el asunto, el diario oficial del Vaticano llamó a José Saramago, con motivo de su muerte, “extremista populista”.
En conclusión, que para nuestros medios, populistas son los socialistas rusos, los ultaderechistas holandeses, los escritores críticos con la Iglesia, el gobierno indígena boliviano, pero también el xenófobo europeo que odia a los inmigrantes indígenas latinos. Y por supuesto Chávez, ese lo tiene todo: es socialista, ultraderechista, xenófobo contra los latinoamericanos aunque le acusan de perseguir a las empresas e inversores españoles en Venezuela, y xenófobo contra los musulmanes, pero apoya, dicen, a los fundamentalistas islámicos de Hezboláh.
La idea es que, sea usted de la ideología que sea, no tenga duda de que quienes ellos califican de “populista” es malo. Usted ya no debe preocuparse en pensar nada más.

sábado, 24 de julio de 2010

Índices del neosocialismo cubano.

Jorge Ángel Hernández
Casi siempre, en principio, es el correo electrónico. Los envíos suelen estar vinculados a un acto subversivo, a una intranquilidad disyuntiva en la opinión, a algún cuestionamiento de estrategia, o de conducta política, del proceso revolucionario cubano en el poder. No recuerdo, por ejemplo, que nadie circulara las intervenciones en las mesas redondas de la TV cubana del Dr. C. Esteban Morales. Ahora circulan, en cambio, sus argumentos críticos, que detenidamente, y con el debido respeto, me he leído. Se le suman otros, acaso más activos en la declamatoria crítica pero siempre insuficientes, incompletos, de manipulación falaz en tantas ocasiones, en cuanto a la visión de sociedad, analizada y propuesta. Del argumento de análisis, a las propuestas de renovación, si con rigor medio se mira, uno termina recordando aquel contrato de Groucho en el que la cláusula de la primera parte remite a la cláusula de la segunda parte.
Abotagado de teorizaciones críticas al proceso revolucionario cubano, todas con soluciones cuasi mágicas, todas con verdades como puños que magnifican y generalizan las manifestaciones de ineficiencia del propio proceso; de acusaciones a priori de cualquier defensa del proceso revolucionario que transformó radicalmente el país, lo cual repercute en la mayoría de los índices estadísticos al uso; de especulaciones que buscan su aval científico en la cita, y asimismo en la presunción lógica que del argumento citado se desprende; de arqueologías de aficionado que lavan el expediente propio mediante el lamento de la víctima; de irrespetuosos y absolutistas llamados a respetar la diversidad de la opinión pública; de seudoelitistas disertaciones que a los saberes populares se adjudican; de intentos de equilibrar la falacia de bienestar capitalista con el acto de entrega de bienes a la sociedad horizontal en el socialismo; y de, en fin, letras de cambio para una posible remuneración presente y un deseado viraje en el futuro, renuncio de momento a la idea de desplegar mis argumentos, tanto sobre la necesidad de una crítica interna —desprejuiciada, sistemática y sistémica— para la superación social de errores, desorientaciones e imprevistos del proceso, como del uso que acaso algunos hacen de cuanto no funciona en bien y desarrollo para la sociedad socialista, y apenas añado una serie clara de actitudes que marcan esa crítica falaz, condicionada, en la más leve de sus artimañas, por el deseo de alzarse entre el efímero escándalo y el grito de terror del cazador primitivo, vencido de un golpe ante el mamut.

-Modalizar y ejemplificar sólo con síntomas, cuyos espejismos van a trascender en forma de prueba concluyente, por lo general sumarísima, del fracaso sistémico.

-Desconocer la creciente trayectoria del proceso revolucionario cubano y magnificar los elementos sintomáticos que obstruyen, desvirtúan, retardan o hacen retroceder las direcciones de desarrollo social socialista.

-Perder de vista el tema de la soberanía nacional.

-Minimizar, deconstruyéndolo apenas como Historia, el valor histórico de las transformaciones revolucionarias.

-Considerar las causales del discurso de poder revolucionario como actos de individualismo caudillista.

-Descalificar, por obsoleta, la dirección del proceso revolucionario cubano.

-Dar por supuesto que el capitalismo va quedando por su propio peso deshecho, y aceptarlo entonces como un temporal que para la próxima estación habremos olvidado.

-Magnificar, en proyección futura, entusiasta, voluntarista, las virtudes del parlamentarismo tópico de las democracias representativas burguesas.

-Camuflar los argumentos antiestatistas del neoliberalismo con predicciones de socialismo utópico de reacción natural a las medidas de economía mixta.

-Desconocer las reglas y normas del mecanismo económico para que en la conciencia del lector actúen como efectivas las medidas de retroceso al capitalismo.

-Vaciar de fundamento ideológico todo planteamiento político, y así mismo, de fundamento político todo planteamiento ideológico.

Por sus características, la publicación Kaos en la red se ha convertido en la tribuna principal de esa andanada de publicaciones, que se proyectan más como campaña que como búsqueda de foros reflexivos. Así también se ha comportado la estrategia de reenvío de mensajes electrónicos con que se invade el interior del país, más propenso a reaccionar al e-mail que a tomarse el trabajo de buscar en Internet. Pero la bola de nieve salpica de momento a publicaciones menos vulnerables, más serias y precisas en cuanto a definición de sus propósitos, como el diario mexicano La Jornada y el sitio web rebelion.org, aunque lo aparecido en estas no suele cumplir con la mayoría de las características antes apuntadas. De ahí que, por mi parte, anote al menos, pues la libertad de expresión implica, cómo no, defender el criterio propio sin cortar el ajeno, aunque sin permitirle tampoco que invada nuestra casa, se zampe nuestro limitado almuerzo y termine acostándose en nuestra propia cama. ¡A sus zapatos, pues, los zapateros!

viernes, 23 de julio de 2010

La evolución en una Revolución no es pragmática, no es reformista.

Enrique Ubieta Gómez
Sé que corro el riesgo de ser calificado de perogrullesco, pero considero que es importante despejar en lo posible ciertas dudas terminológicas. Todo proceso revolucionario evoluciona –ninguna década en Cuba ha sido exactamente igual en los últimos cincuenta años, a veces las diferencias son significativas: los 60 y los 70, por ejemplo, o los 80 y los 90--, porque la Revolución es un proceso vertiginoso de transformaciones históricas que no se extiende indefinidamente en el tiempo. Una Revolución, sin embargo, establece una nueva estructura de poder revolucionario, sobre la cual el país debe avanzar en lo adelante. Por eso se habla de la Revolución como de un hecho que trasciende a la propia Revolución: la Revolución cubana es la realidad –nuevas relaciones de producción y en lo posible y deseable, nuevo sistema de valores, nueva cultura--, que creó la Revolución de 1959 (fecha simbólica, por ser el momento de la toma del poder, pero que tiene un antecedente de lucha armada, en el caso cubano, y una intensa etapa posterior de varios años que no es mi propósito ahora determinar). Entonces, cuando nos referimos hoy a ella lo que tenemos en mente no es el proceso violento e inicial de transformaciones, sino la nueva realidad, más o menos estable, y en permanente evolución, resultante de aquellas transformaciones. El hecho de que sigamos refiriéndonos a ella como Revolución se explica porque sus resultados sobreviven a contracorriente en un mundo hostil, que hace todo lo posible por revertir lo conseguido (bloqueo económico, permanentes campañas mediáticas, “posiciones comunes” de estados imperialistas, actos terroristas): no son conquistas universalmente aceptadas, que puedan aspirar a consolidarse en un estado de Normalidad. La evolución es consustancial a cualquier organismo vivo, y la sociedad cubana lo es. Por lo tanto no existe contradicción entre esos dos términos: revolución y evolución. La Revolución debe aceptar esa evolución y facilitarla, porque es condición de su sobrevida. ¿Dónde puede sin embargo aparecer la confusión? En la mirada del sujeto revolucionario, sea la de un individuo, o la de una colectividad. Un revolucionario no se limita a observar o a interactuar con la realidad inmediata concreta que lo rodea –no “insectea por lo concreto”, según las palabras de Martí--, busca explicaciones y soluciones globales y radicales, en el sentido de que vayan a la raíz de los problemas. Un revolucionario nunca es reformista: la evolución no compromete su visión radical del mundo. Un revolucionario nunca es pragmático: es realista, sabe cuando lo imposible es posible, porque es capaz de diferenciar lo aparente de lo real. Vuelvo a Martí, que al escuchar a un compatriota decir que en la atmósfera del país no se apreciaba una efervescencia revolucionaria, respondió: yo no hablo de la atmósfera, hablo del subsuelo. Por lo tanto, si auspiciamos y favorecemos la evolución –lo que significa decir, si aceptamos lo inevitable--, como condición de vida, ello no implica que renunciemos a nuestra condición de revolucionarios. Existe, es parte de la perenne lucha entre revolución y contrarrevolución, quienes aspiran a “socialdemocratizar” la sociedad cubana, en lugar de construir una democracia socialista más profunda, más auténtica. Los revolucionarios, concientes de los cambios que debemos y queremos implementar, no nos confundimos.

jueves, 22 de julio de 2010

Apuntes sobre una foto.

E. U. G.
Es curioso observar como la derecha construye su propia imagen sobre la base del más estricto conservadurismo: los primeros mercenarios liberados ofrecen una conferencia de prensa en Madrid. Aunque no es habitual vestir así en Cuba, todos acuden a la cita en camisas de cuello, mangas largas, y corbata mal anudada. Imagen de empresarios de segunda (en el fondo, de funcionarios privados, tan estereotipados como los típicos socialistas), pero también de padres asentados, señores que en realidad nada tienen que ver con ideales colectivos. Es una cita de negocios, un perfomance electoral, tal como lo han visto en las películas. A pesar de que acaban de abandonar la cárcel, lucen paradójicamente robustos y animosos. Levantan el brazo en señal de lucha o de victoria, no porque luchen o hayan vencido; imitan a los contendientes electorales que han visto por televisión, suponen bien que es más importante la imagen de lo que quieren parecer, que lo que en realidad son. Hablan de cambios hacia atrás y todavía hay quien los cataloga de revolucionarios. Estos señores parecen testigos de Jehová, por la formalidad de su vestimenta, pero carecen de la rígida ética religiosa. De cualquier ética.

Estados Unidos y el legado de la independencia.

Dr. Jorge Hernández Martínez
La sociedad norteamericana conmemoró el pasado 4 de julio sus doscientos treinta y cuatro años de vida como país autónomo. En esta ocasión, el Presidente proclamaría con júbilo que “es el día en que celebramos la propia esencia de Estados Unidos y el espíritu que nos ha definido como un pueblo y una nación durante más de dos siglos", ante los mil doscientos soldados, que fueron los invitados de honor en una celebración en el jardín sur de la Casa Blanca. Entre ellos, figuraban miembros en activo de las Fuerzas Armadas y sus familiares, militares heridos en combate, y familiares con soldados en el exterior o ya fallecidos.
Como es habitual, la celebración del Día de la Independencia sería una ocasión para exaltar un hecho trascendental por su significación histórica universal, cuyos alcances desbordan el territorio norteamericano. El acontecimiento es recordado, prácticamente, en todo el mundo. Las miradas, claro está, varían según el nivel de información que se posea y la afectividad con que se asuma el devenir de ese país. En Cuba, se ha reconocido siempre su relieve de diversos modos, en distintas oportunidades; a través de los medios de comunicación, en actividades académicas o culturales, e inclusive, mediante referencias de Fidel a sus implicaciones para la historia universal, con profundo respeto hacia el pueblo norteamericano, distinguiéndolo de lo que representa allí el gobierno.
La conmemoración aludida se suele celebrar en la sociedad norteamericana con festividades apasionadas, de forma jubilosa, mediante reafirmaciones orgullosas de patriotismo, triunfalismo y glorificación. Sin embargo, no han sido pocas las ocasiones en las que el marco de la efeméride pareciera contradecir el motivo de los festejos. Ese es justamente el caso del presente año, cuando la Administración Obama da a conocer la nueva Estrategia de Seguridad Nacional, que consagra el intervencionismo, el uso de la fuerza bélica, al mismo tiempo que se hace de la vista gorda ante las expresiones de intolerancia y racismo que se avivan contra los inmigrantes, apoya la barbarie genocida israelí contra el mundo árabe y sin poner fin a su invasión en Irak, refuerza la presencia militar en Afganistán, desplegando una amenazante escalada contra Irán. Cuesta trabajo creer y pensar en la vigencia de la simbología que conlleva el 4 de julio, ante hechos como esos, que más allá del medio Oriente y Asia Central conllevan, como en América Latina, posiciones como las que promueven el sistema de bases militares y el apoyo a golpes de Estado. No obstante, bajo una decoración con los colores de la bandera estadounidense, amenizada con la banda de la Marina de Guerra, un popular grupo musical rockero y un conocido comediante televisivo, con fuegos artificiales, la celebración en la mansión presidencial fue, una vez más, un marco propicio para la exaltación nacionalista y la demagogia. Obama instó al pueblo norteamericano a vivir según los principios fundacionales de la nación, citando palabras de Lincoln, mientras prosigue una política que parece negarlas.
En la Declaración de Independencia dada a conocer un día como aquél, en 1776, se proclamó, por primera vez en la historia, la soberanía del pueblo, lo que se convierte desde esa fecha en principio fundamental del Estado moderno. Como se conoce, con ello se reconocía el derecho del pueblo a la sublevación, a la revolución: se declaraba la ruptura de las relaciones entre las colonias en América del Norte y la metrópoli británica, exponiéndose las bases sobre las que se levantaba, de manera independiente, la naciente nación.
Desde el punto de vista histórico, la Revolución de Independencia en los Estados Unidos, sin embargo, fue un proceso limitado, inconcluso, sobre todo por el hecho de que conservó intacto el sistema de esclavitud, que ya se había conformado totalmente para entonces, con lo cual quedaría pospuesta casi por un siglo la consecución de ese anhelo universal --la abolición--, hasta la ulterior guerra civil o de secesión, que se desatará entre 1861 y 1865.
Anticipando el derrotero de las revoluciones burguesas europeas --aún y cuando sus especificidades impidan catalogarla, con exactitud historiográfica, como un acontecimiento de idéntico signo--, la independencia de las trece colonias que la Corona Inglesa había establecido en la costa este de América del Norte expresó tempranamente la vocación de lucha por la liberación. También reflejó la magnitud de la conciencia nacional que despertaba en la vida colonial y, sobre todo, la capacidad de ruptura con los lazos de dominación que las potencias colonizadoras habían impuesto en las tierras del Nuevo Mundo.
Es cierto que ese hecho no llevó consigo una quiebra de estructuras feudales preexistentes, como las que preponderaban en la escena europea, ante las cuales reaccionarían los procesos que en Francia e Inglaterra le abren el paso a las relaciones de producción capitalistas, lo que sí permite bautizarlas como revoluciones burguesas. No podía ser así, ya que desde que aparecieron los gérmenes de lo que luego serían los Estados Unidos de América, nunca se articularon relaciones feudales como tales. Las trece colonias nacieron definidas con el signo predominante del modo de producción capitalista, es decir, marcadas con el signo de una embrionaria, pero a la vez pujante y dinámica matriz social burguesa.
Y es que la Revolución de Independencia de los Estados Unidos se adelantó, no cabe dudas, a la enorme contribución histórica que aportaría, algunos años más tarde, la Revolución Francesa, cuyo impacto es ampliamente conocido, a partir de que abre una época de profundas transformaciones, que cambian de modo definitivo todo el panorama social, cultural, científico, productivo, industrial, en Europa, con implicaciones incluso de índole mundial. Estaría de más insistir en el hecho de que la misma ha sido fuente de inspiración de luchadores contra tiranías, sistemas absolutistas --monárquicos, clericales y feudales.
Con razón se ha insistido por no pocos historiadores y especialistas en el origen burgués y sobre todo, en el carácter antipopular de la célebre Constitución de los Estados Unidos (ese texto jurídico y político que es el más antiguo en nuestro Continente, y que se toma como modelo por otros países, a la hora de concebir sus propios documentos constitucionales, o que en algunos cursos sobre historia de América o mundial se presenta como ejemplo de los más completos), al caracterizarla como el fruto de cincuenta y cinco ricos, entre quienes se encontraban comerciantes, esclavistas, hacendados y abogados, que sin rodeos no hicieron más que defender sus intereses clasistas. Por supuesto, a pesar del tremendo aporte intelectual y político de figuras como Washington, Jefferson, Hamilton, Madison, Franklin, entre otros, ninguno de ellos tuvo proyecciones de beneficio mayoritario, ni incluyó en sus reflexiones a las masas populares. Desde el punto de vista constitucional, lo cierto es que con la conquista de la Independencia, ni los obreros de las manufacturas, ni los artesanos ni los esclavos lograron sustanciales mejoras en sus condiciones de vida.
El historiador Howard Zinn lo esclarece, en su excelente libro La Otra Historia de los Estados Unidos, publicado en Cuba por la Editorial de Ciencias Sociales hace algunos años, que “los Padres Fundadores no tomaron ni siquiera en cuenta a la mitad de la población” al referirse a los segmentos sociales que quedaron excluidos del marco de reclamos e inquietudes por los que se preocupaban los documentos fundacionales de la nación estadounidense.
Las bases doctrinales e institucionales sobre las que se levanta el aparato político de los Estados Unidos --y en general, los soportes que sostienen el diseño de la sociedad norteamericana, incluido su sistema de valores-- están contenidas, podría afirmarse, en una serie de documentos, entre los que se distinguen tanto la mencionada Declaración de Independencia, de 1776, como la referida Constitución del país, rubricada unos años después, en 1787, en Filadelfia. El primero sería un texto revolucionario, enfocado hacia la arena internacional, procurando dotar de legitimidad al tremendo proceso que tenía lugar. El segundo fue un documento conservador, dirigido hacia dentro de la sociedad norteamericana, en busca de la preservación o consagración de la normatividad, de la legalidad que sirviera de garantía a los cambios ya logrados.
Para decirlo en pocas y sencillas palabras: la Constitución ponía fin a la revolución convocada por la Declaración de Independencia. Elitismo, exclusiones, limitaciones, restricciones, se levantarían como realidades, desde allí, en contraposición con los ideales y promesas de participación, libertades, posibilidades y derechos, que se proclamaban antes.
¡Qué paradoja! En esta síntesis, que pareciera un juego de palabras --lamentablemente, no lo es-- está contenido el legado real de la Independencia en ese país, que hoy se pretende recrear como símbolo mundial de la democracia. Es un legado de retórica, demagogia, inconsecuencia, plagado de intolerancia, violencia e injusticias. Quizás lo más relevante consiste en que, más allá de estas realidades, la Revolución de Independencia auspicia el camino del progreso --a la luz del proceso histórico mundial--, al viabilizar la formación de la nación norteamericana y el desarrollo capitalista, abriéndole paso a una historia (compleja, contradictoria, cambiante) cuya sociedad y cultura merecen atención y respeto.

martes, 20 de julio de 2010

¿Para quiénes son útiles los presos?

Enrique Ubieta Gómez
Ahora viene el problema. Los ex presos llegan a Madrid. La prensa los acoge por unos días. Si tienen suerte, empezarán a vivir de su trabajo y no de la actividad subversiva, que era bien remunerada. Quizás alguno logre enganchar un puesto en la guerra del ciberespacio. Pero no es fácil, como decimos los cubanos, en medio de la crisis. No sé a cuánto pagarán los comentarios (las diatribas ofensivas o amenazantes que lanzan a los blogs de autores revolucionarios), pero si no las publicamos, no cobran. Poco a poco serán olvidados. Ya no sirven. Es decir, ya no son útiles para los antiguos promotores, para el imperialismo norteamericano.
La ecuación es sencilla: un contrarrevolucionario en las calles de La Habana vale algo, pero vale poco. No inspira a nadie. Los que pagan, los prefieren presos o en huelgas de hambre. Preferiblemente moribundos, o muertos. ¿Cuantas historias de secuestros y de golpizas públicas de quince minutos, sin testigos oculares ni huellas en la piel, ha tenido que inventarse Yoani, para poder suplir la crónica falta de espectacularidad o de heroísmo que padece su “disidencia” ciberespacial? ¿Sobre qué argumento montar la próxima campaña mediática? Fariñas tendrá que tomarse unas vacaciones antes de lanzar su huelga de hambre número 25 o 26, no sé. Y tener a mano un buen pretexto. Pero las Damas de Blanco se quedaron sin pincha. Sin objeto social, en el lenguaje burocrático de la empleomanía.
En el nerviosismo triunfalista empieza a vislumbrarse la desazón. Las demandas de las trasnacionales de prensa y de los políticos metropolitanos se travestían de razones humanitarias, pero el objetivo no era liberar a los mercenarios, sino impedir –esgrimiendo el chantaje--, que eso ocurriera. Lo que se quería –lo que se quiere--, es derrotar a la Revolución. Y un mercenario preso vale más que cinco en la calle y que diez en España. No ha pasado nada, dicen ahora. Raúl Rivero, cuya pluma de poeta se solventa en las redes de la derecha hispano-norteamericana (me refiero a la derecha-PP, no a la derecha-PSOE), asegura, según EFE, que la excarcelación es “una decisión unilateral” del gobierno cubano que no ha estado influida por las conversaciones con el gobierno español y la Iglesia Católica, una especie de jugada de engaño. El PP trata de prolongar todo lo posible el show mediático de los expresos en suelo español, con escaramuzas anti-PSOE.
La Revolución cubana sabe conversar, sobre cualquier tema, de igual a igual. Si el gobierno de Obama quisiera hacerlo, no encontraría obstáculos. Sin embargo, la escalada subversiva no se detiene. La USAID había licitado el pasado 18 de junio 3 millones 650 mil dólares para financiar programas y redes subversivos en Cuba: 500 mil para los que llama “presos políticos” y sus familiares; 1 millón 500 mil, para abrir espacios de “libertad de expresión” (estadounidense en Cuba); 500 mil para crear o fortalecer a los grupos religiosos y espirituales alineados a Washington; 500 mil para promover sindicatos privados; etc. Este dinero se suma a los 15 millones de dólares recientemente descongelados del programa Cuba de la USAID. ¿Recibir dinero de un gobierno extranjero con el propósito explícito de subvertir el orden en el país propio, no es un acto execrable y punible? Las leyes europeas y norteamericanas condenan a largas penas a quienes incurren en ese delito. Nadie se lo cuestiona. ¿Quién los llamaría “presos políticos”, o “de conciencia”?
Nada ha cambiado, si la Revolución no se desmorona. Y los viejos mercenarios ya no sirven. Ahora son solo bocas hambrientas en Madrid. Hay que buscar a los nuevos, a los sustitutos. Los hallarán, claro. Y serán detenidos y juzgados, como en cualquier ciudad del mundo. Serán los nuevos “héroes” mediáticos, estrellas fugaces de la guerra imperial. Las Damas de Blanco, otras por supuesto, y quizás algunas de las viejas nostálgicas que se apunten esta vez “de apoyo”, desfilarán con su gladiolo frente a las cámaras de CNN o de TVE. El circo recomenzará. Los presos son útiles para el imperio, solo para ellos, pero Cuba no tolerará la impunidad. La Revolución tuvo, una vez más, un gesto de altura política, de humanismo; pero Obama al parecer no tendrá la osadía política –los huevos--, de liberar a cinco presos políticos cubanos, esos sí, que lucharon por evitar la muerte de un lado y del otro del mar.

lunes, 19 de julio de 2010

Respuesta a Luis García Montero de un defensor sin fisuras de la Revolución Cubana.

José Luis Centella Gómez, Secretario General del Partido Comunista de España
Permíteme querido Luis, que conteste a tu artículo en el que calificas a todo defensor de la Revolución Cubana como estalinista o neocolonialista. Quiero que me permitas explicarte por qué yo defiendo a Cuba sin fisuras, y por qué no me permito una crítica pública a su Revolución.
En primer lugar, porque no estamos ante un debate teórico académico en el que podemos situarnos por encima del bien y del mal, y repartir credenciales de demócratas desde nuestra torre de marfil, sino que estamos ante una realidad concreta, ante una situación en la que hay agresiones y agredidos y difícilmente permite la equidistancia.
Tú sabes que estamos ante un doble bloqueo y que, por una parte, Cuba sufre el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos desde hace más de cuarenta años, bloqueo carente de legalidad y legitimidad y deliberadamente diseñado para provocar hambre, enfermedades y desesperación en la población cubana. Según cálculos muy conservadores, el daño directo a Cuba como resultado del bloqueo, hasta diciembre del 2008, supera los 96.000 millones de dólares, cifra que ascendería a 236.221 millones de dólares si el cálculo fuera realizado a los precios actuales del dólar norteamericano. No es difícil imaginar el progreso que Cuba habría alcanzado, y del cual se le ha privado, si durante estos años no hubiese estado sometida a esta brutal guerra económica.
Pero también sabes que existe un bloqueo mediático que manipula y distorsiona todo lo que se dice sobre Cuba y su Revolución. Por poner un solo ejemplo de los que hay miles, te recordaría que las declaraciones de Silvio Rodríguez las sacaron de contexto y las presentaron como un enfrentamiento del cantante con la Revolución. Y cuando Silvio Rodríguez puso las cosas en su sitio, dejando claro que no aceptaba esta manipulación de sus propias declaraciones…“curiosamente” ningún medio de los que publicaron la noticia inicial se hizo eco de estas puntualizaciones.
Podías preguntarte por qué en ningún medio de comunicación aparecen noticias sobre los mas de 70.000 médicos/as y maestros/as cubanos, dedicados a ayuda humanitaria en más de 90 países. Tal como suena. Mientras otros países envían soldados a Afganistán, Cuba manda médicos a Pakistán, por poner un solo ejemplo. Los primeros médicos en llegar a Haití fueron los cubanos, que se sumaron a los que ya estaban en la isla mucho antes del terremoto ayudando desinteresadamente al pueblo haitiano; o de que Cuba forma cada año en sus universidades a 1.500 alumnos/as internacionales, incluidos norteamericanos, que no podrían estudiar en sistemas educativos en los que los más pobres no tienen sitio. Tú sabes que no se publica que Cuba opera en sus hospitales a miles de enfermos/as que no tienen recursos para ser operados en sus países de origen y que mantiene los niveles más altos de protección de los derechos sociales, como demuestra, por ejemplo, la estadística de muerte infantil que iguala e incluso mejora la del llamado mundo desarrollado.
Pero, tú y yo sabemos que la Guerra del imperialismo contra Cuba utiliza los medios de comunicación como arma para confundir, manipular y tratar de minar la solidaridad internacional con la Isla. Por eso me niego a realizar criticas públicas a la Revolución Cubana y le presto mi apoyo sin fisuras porque sabiendo que Cuba no es el paraíso, que existen dificultades y problemas, prefiero plantear mis opiniones en el marco constructivo de relaciones entre Compañeros.
En este sentido, respetando que a tí no te importe quién y para qué utilice tus opiniones, lo que quiero pedirte es el mismo respeto a los que nos negamos a ser utilizados y por ello te pediría que defiendas tus ideas sin descalificarnos ni injuriarnos. Yo no te voy a llamar a tí lacayo del imperialismo, porque se que no lo eres. No nos llames estalinistas porque sabes que no lo somos y, tú como yo, sabemos que uno de los peores sectarismos es el que ejercen los que se proclaman antisectarios y ante cualquier debate, a falta de otros argumentos, recurren el viejo truco de descalificar o etiquetar al divergente.
Para terminar, te digo algo que seguro que tú sabes y, es que en Cuba se ejerce la crítica con bastante mayor amplitud que en sociedades que se proclaman campeonas de la democracia. Sabes que hace pocos meses han desarrollado en Cuba un proceso de debate popular con miles de asambleas y con más de dos millones de aportaciones de ciudadanos que han elevado sus críticas y propuestas a las más altas instancias del Estado. Sus críticas, para mejorar la revolución desde la base, están sirviendo de guía para las actuaciones del Gobierno cubano
En el mismo sentido, estoy seguro de que eres conocedor que en cualquier encuentro con dirigentes del Gobierno Cubano lo primero que te piden es sinceridad y claridad en lo que quieras criticarles, porque son conscientes de que la crítica enriquece la Revolución. Eso sí, el cubano es un pueblo que debate y critica sobre temas de su vida diaria, pero que está dispuesto a defender hasta las últimas consecuencias esa Revolución, porque sabe lo que se juega.
Por último. te dejo en el aire una pregunta ¿Después de haber visto cómo cayeron regímenes como el de la URSS, Yugoslavia o Albania, crees realmente que la Revolución Cubana hubiera resistido un sólo día sin contar con el mayoritario apoyo activo del pueblo cubano?
En definitiva, desde el respeto y el cariño que mutuamente sabes que nos tenemos, te pediría ese respeto, que yo te concedo a ti, a los que decidimos una defensa sin fisuras de la Revolución y que nos negamos a que nuestras opiniones sean puestas al servicio de la contrarrevolución. Y tú bien sabes que no somos estalinistas porque tienes que admitir que existen comunistas y no comunistas, que sin ser estalinistas ni tampoco neocolonialistas, tenemos legítimamente opiniones distintas a la tuya, y apoyamos sin fisuras una Revolución que hoy es referente de millones de seres humanos de todo el mundo, porque en caso contrario el problema no lo tendríamos nosotros.

viernes, 16 de julio de 2010

España no es Corea del Norte.

Santiago Alba Rico
Atlántica XXII
He aquí lo que dice el programa del PSOE: “Justicia e igualdad ante la ley os ofrecemos. Paz y amor entre los españoles. Libertad y fraternidad exentas de tiranía. Trabajo para todos. Justicia social, llevada a cabo sin enconos ni violencias, y una equitativa y progresiva distribución de la riqueza sin destruir ni poner en peligro la economía española”.
Es un programa con el que es difícil no estar de acuerdo, salvo porque -reparo ahora en el error- no se trata del programa del PSOE sino de un discurso de Mariano Rajoy, máximo dirigente del PP, ante miles de enfervorizados simpatizantes que en las próximas elecciones lo auparán a la presidencia del gobierno.
Pero no, un momento. He vuelto a equivocarme. Las líneas arriba citadas no pertenecen al programa del PSOE ni a un discurso de Rajoy; forman parte del manifiesto firmado en Sta. Cruz de Tenerife a las 5.15 horas del día 18 de julio de 1936 por... Francisco Franco. Horas después, a lomos de estos principios, el generalísimo desencadenaba una guerra civil que se cobraría la vida de un millón de españoles, a la que seguirían fusilamientos, torturas, encarcelamientos y represalias durante cuarenta años de dictadura.
Entiéndaseme: que Zapatero, Rajoy y Franco utilicen los mismos conceptos -justicia social, igualdad, libertad, paz, todos ellos patrimonio de la izquierda- no disuelve las diferencias de hecho que los separan. No son iguales, pero esta coincidencia ilumina dos fenómenos, uno bueno y otro malo, sin los cuales no es posible entender la gestión política del capitalismo. El bueno es que a todos nos gusta ser justos y razonables. Que haya que mentir en nombre de la verdad, guerrear en nombre de la paz, matar en nombre de la civilización e ilegalizar partidos en nombre de la democracia, significa que la izquierda ha conseguido imponer sus valores como fuente natural de legitimidad: se puede gobernar contra el pueblo, pero no sin él. Incluso Nerón tuvo que renunciar a jactarse de su incendio; incluso Franco tuvo que tomar prestado -como Zapatero y Rajoy- su lenguaje al enemigo.
El malo es que la fuente de legitimidad y la fuente de decisión son líneas asíntotas y que, a fuerza de nombrar la paz, la democracia, la igualdad, la libertad -mientras se miente, se hace la guerra y se silencia a aquéllos a los que se roban las palabras-, esos mismos valores de alcance universal sufren un universal desprestigio. La hipocresía no rinde homenaje a la virtud; la declara simplemente útil; es decir, innoble. Pero la hipocresía de los políticos -el lenguaje “políticamente correcto”, acuñado por los pueblos- indica que aún no se ha tocado fondo. Franco empezó a matar en nombre de la muerte, y no de la vida, en cuanto encontró suficiente resistencia y suficiente apoyo. El fascismo sólo es posible cuando deja de gustarnos ser justos y razonables; cuando -valga decir- la fuente de legitimidad y la fuente de decisión encuentran un punto de intersección en la barbarie.
Franco, Rajoy y Zapatero tienen distintos conceptos de la igualdad y de la libertad. No es su lenguaje izquierdista lo que los funde en un mismo molde. Lo que verdaderamente los une es la única frase de la cita franquista que ningún izquierdista puede rubricar: “una equitativa y progresiva distribución de la riqueza sin destruir ni poner en peligro la economía”, terrible, insultante, macabro oxímoron donde el término “economía”, que significa justamente, o debería significar, “una equitativa distribución de la riqueza”, pasa a definir en exclusiva los beneficios de los bancos, las financieras y las empresas. Esa frase podría ser de Friedman, de Strauss-Kahn, de Díaz Ferrán, de Solbes; nunca de Chomsky o de Galeano. Hay muchas formas, lo sabemos, de gestionar el capitalismo: con partidos o sin partidos, con revistas pornográficas o sin ellas, con reyes, con campos de concentración, con campos de fútbol, con Movimiento o con “movida”. Nadie puede decir que “con Franco vivíamos mejor”, pero sí que lo que hermana al dictador, a Rajoy y a Zapatero -y desacredita la llamada “transición”- es su toma de partido por los ricos; es decir, el capitalismo.
El pasado 17 de marzo Corea del Norte fusiló a Park Nam-gi, ex director de Finanzas del Partido de los Trabajadores, por “haber llevado el país a la ruina” como responsable del fracaso de la reforma monetaria. El pasado mes de junio, también por haber llevado el país a la ruina, el gobierno de España premió una vez más a sus banqueros y empresarios con una “reforma laboral” que protege y aumenta sus beneficios. ¿Fusilarlos o recompensarlos? Fusilarlos. No, seguro que hay una manera más justa de hacer justicia. Recompensarlos. No, seguro que hay una manera menos ofensiva de ser injustos.

miércoles, 14 de julio de 2010

Un documento sobre la libertad de prensa en Cuba.

José I. Rivero, propietario y director del DIARIO DE LA MARINA desde 1944 a 1960.
Enrique Ubieta Gómez
Acabo de encontrar en los archivos de la Biblioteca Nacional de Cuba algunos documentos interesantes sobre la libertad de prensa que existía en Cuba antes de 1959. Son orientaciones muy precisas sobre política editorial. Primero presento a los personajes involucrados: José I. Rivero Hernández era dueño de una empresa que incluía, entre otros medios, a dos importantes diarios de la Cuba neocolonial. Personalmente dirigía uno de esos periódicos, el Diario de la Marina (1844 – 1960), con una trayectoria larga y consecuente. Conducido por su abuelo en época de la colonia se dedicaba entonces a combatir a los independentistas, a ser “órgano de los ideales e intereses de España y de los españoles en Cuba”, según las palabras de un indiscutible conocedor, el poeta Gastón Baquero; asumido por su padre en 1919, enfrentaba con pasión –todas las citas son de Baquero--, “el laicismo de la cultura y de la política” y “la ascendente marea del comunismo”; heredado finalmente por él en 1944, continuaría siendo “tribuna para la divulgación y defensa de la doctrina social de la Iglesia católica” y para “la vieja batalla contra el marxismo”.
Baquero fue un gran poeta, pero también vivió del periodismo “libre”. Fue jefe de redacción del Diario de la Marina durante la dictadura de Batista, y recibía cada mes un misterioso cheque de la Oficina Presidencial por valor de 18 000 pesos, en una época en la que el peso cubano valía tanto como el dólar y el dólar, mucho más que ahora. A favor de Baquero hay que decir que no era el único periodista que recibía dinero de Batista (aunque sí uno de los mejor pagados): sobre la mesa presidencial fue hallada en 1959 una larga lista de nombres. No obstante, José I. Rivero Hernández siempre negó que su periódico apoyara al sargento golpista, devenido general. Wilfredo Cancio Isla, de El Nuevo Herald, lo cataloga como “el último Quijote del periodismo libre frente a la arrolladora oleada revolucionaria de 1959” en Cuba. El otro personaje de estos documentos es el ensayista y periodista cubano Antonio Iraizoz, un intelectual de la generación del veinte del siglo pasado, que terminó siendo embajador de Batista. En el momento al que me referiré, Iraizoz era director de Alerta, otro diario propiedad de Rivero.
La anécdota y el documento.
La anécdota es sencilla y ocurre en 1946: Iraizoz se confunde y cree que dirige un periódico libre. Publica una información sobre unas no muy claras transacciones del gobierno de Grau que el señor Rivero ha ordenado “retener para estudiarla y hablar después contigo del asunto”. Iraizoz se hace el bobo y alega que él es tan director de un periódico, como Rivero de otro. Y el segundo, que en realidad es el primero, le dice de forma clara: “aquí estriba precisamente tu error, ya que yo no dicté la orden como director interino del DIARIO DE LA MARINA, sino a nombre de la empresa –y como dueño--, que como tú bien sabes, porque tienes talento y experiencia, está por encima de la dirección, lo mismo en ese periódico que en el DIARIO, que en cualquier otra publicación”. La molestia de Rivero tiene otros antecedentes. Por eso escribe: “para eliminar malentendidos y para evitar que se quiebre más la perfecta armonía que debe existir siempre entre la empresa y la dirección de Alerta, adjunto un memorándum para orientarte sobre la política a seguir en ese nuestro periódico y para que coincida así perfectamente con la que sigue el DIARIO DE LA MARINA, cosa que desde hace algún tiempo no se ha podido lograr, hasta el extremo de haberse censurado fuertemente en tus ‘Puntillas’, tan leídas, al Departamento de Estado norteamericano en los momentos en que el DIARIO DE LA MARINA organizaba un homenaje al Gobierno de esa gran nación”. A continuación expongo y comento el memorándum de política editorial.
POLITICA A SEGUIR POR “ALERTA”
“PRIMERO: Suprimir cualquier ataque o censura que pueda lastimar al Gobierno y a la nación norteamericana, siguiendo en esto la política que mantiene el DIARIO DE LA MARINA;
SEGUNDO: No inclinarse a ningún Partido político cubano;
TERCERO: Mantener la línea de conducta que siga el DIARIO, con el actual Gobierno: censurarlo respetuosamente en aquellas cosas que vayan en contra de los principios que defiende esta empresa [no se refiere a los principios que sostienen a la nación, sino a los de la empresa. Se trata en este caso de una paradoja inviolable del capitalismo: la empresa privada defiende la censura como acto de libertad – E. U. G.], pero no colocarse en una línea oposicionista;
CUARTO: Suprimir toda noticia que pugne con la religión católica, apostólica y romana [fíjese el lector que no dice suprimir “toda opinión”, sino que va más lejos al decir “toda noticia”: si se descubre que hay curas pederastas, por traer un ejemplo que no es gratuito, el periódico debe abstenerse de informarlo. Por otra parte, se censura a las restantes religiones, en un país que practica mayoritariamente cultos afrocubanos], como por ejemplo, las noticias sobre propaganda de la masonería o cualquier otra religión;
QUINTO: Cualquier ataque a Oficinas o funcionarios del Gobierno, debe ser consultado previamente con el Director del DIARIO;
SEXTO: Ordenar que en ausencia del director de “Alerta”, cualquier trabajo que se publique o se suprima vaya autorizado por el director del DIARIO.
Firmado: José I. Rivero”.
NOTA: Agradezco a la Biblioteca Nacional la reproducción y la autorización para la publicación de estos documentos, y muy especialmente a la especialista de la sección de manuscritos, Alicia Flores Ramos, por el hallazgo.

lunes, 12 de julio de 2010

Fidel.

Enrique Ubieta Gómez
Si usted tuvo que salir unos minutos a la calle mientras Fidel en persona hablaba esta tarde por televisión, habrá sentido su voz multiplicada en los hogares. La expectación creada por el anuncio de su vuelta al ruedo –precedida unos días antes por su presencia física en un importante centro de investigaciones y por las fotos que rápidamente recorrieron el ciberespacio--, fue recompensada por la certeza de que el Comandante sigue siendo el temible (para el imperio) estadista y analista político que sorteó todas las variantes posibles de guerra y derrotó a 12 presidentes norteamericanos. Nada que ver con la idea, absolutamente ajena a la idiosincrasia cubana, de culto a la personalidad. Fidel no es un Dios, es un guerrero que no se deja vencer, ni siquiera por los años. Muchos lo escucharon hoy con ternura; ese hombre que condujo a los revolucionarios del Tercer Mundo durante décadas, aún escudriña en los ojos de su interlocutor con la misma fuerza que mira a los ojos del mundo. Por unos minutos todas las trasnacionales de prensa lo homenajearon sin pretenderlo: su sola presencia era noticia, era La Noticia. Tanto, que los tontos lacayos del patio gritaban que era una maniobra del Gobierno para hacerse de la atención: pero qué clase de hombre puede interrumpir el tráfico de noticias en el mundo –un tráfico corrupto, de intereses, que desprecia por inútiles a la verdad y el honor--, y acaparar la atención de amigos y enemigos. No basta con decir la verdad, es necesario que quien la diga sea profundamente respetado por todos. ¡Y qué verdades dijo! Tristes certezas que iluminan el oscuro sendero por el que transita de puntillas el imperialismo. Fidel nos ha llamado a unirnos, en todos los continentes, contra la locura de la avaricia que nos llevará al exterminio. Ese anciano es un joven rebelde que acaba de bajar de la Sierra. “Fidel, Fidel, qué tiene Fidel que los americanos no pueden con él”, recordaba la frase que los latinoamericanos tararearon durante décadas, mientras lo escuchaba. La Revolución vive, vivirá siempre. Viva Fidel.

Hoy a las 6 y media, estará Fidel en la Mesa Redonda de la TV cubana.

El tema será la presión sobre Irán y la posibilidad real de una guerra.

sábado, 10 de julio de 2010

Exigimos respeto para Cuba y Venezuela.

Editorial de la revista chilena Punto Final.
Resulta bochornosa la conducta de los partidos de la Concertación respecto a Venezuela y Cuba, países hermanos que se ven acosados por una campaña de calumnias que promueven los sectores más reaccionarios de EE.UU., América Latina y Europa.No es novedad que el Partido Demócrata Cristiano encabece junto a la derecha iniciativas destinadas a insultar a Cuba y Venezuela. En cuanto miembro decisivo de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), de antigua participación en acciones abiertas y encubiertas contra la Revolución Cubana, el PDC ha hecho lo posible por contribuir al éxito de las agresiones, bloqueos, campañas y maniobras contra la isla, irreductible bastión de las ideas y principios revolucionarios en América Latina. El objetivo de la ODCA, durante muchos años, ha sido instalar en Cuba unacabeza de playa opositora que le permita aspirar a conducir el país en un futuro incierto. Pero ha debido conformarse con financiar un grupo de payasos del exilio. En los mismos pasos y con similares propósitos, anda la Internacional Socialista. Sin embargo, la realidad política de Cuba no se ha modificado un ápice ni por el bloqueo yanqui ni por las maniobras socialdemócratas y democratacristianas durante medio siglo.Por otra parte, la hostilidad del PDC (y la ODCA) contra el presidente Hugo Chávez y la revolución bolivariana, lleva también algunos años -más de doce- estrellándose contra el muro de una realidad que ni siquiera intentan comprender. La primera elección de Chávez, a fines de 1998, marcó el principio del fin de partidos históricos que se turnaban en el poder desde 1958: Copei (democratacristiano) y Acción Democrática (socialdemócrata),partidos hermanos de la DC y el PS de Chile. El profundo cambio político y social que significó la llegada de Chávez al gobierno, al iniciar una revolución popular que puso proa hacia el socialismo, significó casi la desaparición de Copei y AD. Esos partidos clientelares abandonaron todos los principios democráticos que decían profesar y se desprestigiaron al apoyar el fracasado golpe de Estado de abril de 2002 y el paro patronal y sabotaje petrolero de 2002-2003. En definitiva, AD y Copei -y los desprendimientosque surgieron de esos partidos- terminaron convertidos en obedientes ejecutores de los proyectos políticos que elabora el Departamento de Estado en Washington.La agresiva actitud de la DC chilena contra Cuba y Venezuela es lacontinuidad de una línea que la llevó en los años 70 a conspirar contra el presidente Salvador Allende -y a celebrar su derrocamiento como un “triunfo democrático”-. Pero a ella se han sumado el Partido Socialista y el Partido por la Democracia (PPD). Llama la atención sobre todo el vergonzoso comportamiento del PS. Al asumir las posiciones anticubanas y antivenezolanas de la DC y la derecha, lo hace con mayor odiosidad aún, y aparentando la defensa de “derechos humanos” que son violados a diario bajosus propias narices en Chile sin que se den por aludidos.Al tomar parte protagónica en la campaña contra Cuba y Venezuela, el PS ha cerrado un ciclo de vergonzante traición de su historia y de sus principios. Lo inició al asumir la defensa del capitalismo y al identificarse con la economía de mercado y sus inhumanas consecuencias sociales. Lo completó al dar la espalda a la vocación latinoamericanista de su origen.El PS -no gastemos pólvora en el PPD que es una ridícula murga disfrazada de partido- tiene suficiente experiencia histórica como para saber qué intereses se esconden detrás de las campañas contra Cuba y Venezuela. Sabe bien quién paga la música que hace bailar a los títeres de El Mercurio.¿Hace falta que la sombra de Allende venga a reclamarles con voz tronante la desvergüenza de dirigentes que arrastran por el lodo la historia de ese partido? ¿No les causa siquiera rubor que la derecha los aplauda por sus insultos y calumnias contra Cuba y Venezuela? ¿No se dan cuenta que hasta la Cancillería -¡de este gobierno!- mantiene una posición mesurada y prudente que la diferencia de la histeria de los monstruosos quintillizos de la Concertación y la derecha?Cuba y Venezuela -mañana sin duda la campaña se ampliará a Bolivia y Ecuador-, merecen más respeto. Se lo han ganado por la férrea voluntad, coraje y sacrificio de sus pueblos. Sus problemas e insuficiencias -¿y qué país no los tiene?- han de resolverlos ellos mismos, sin presiones ni amenazas externas. El rol de las naciones hermanas es fomentar sus lazos de solidaridad a través de su progresiva integración económica, cultural y política. Debemos impedir, sobre todo, que el imperio nos utilice para sus propios fines. Para esto hacen falta verdaderos partidos socialistas, capaces de incorporar a sus países a esta nueva época que comienza a vivir el continente, y que hace realidad lo que soñaron líderes visionarios como Allende y el Che.
MANUEL CABIESES DONOSO, director

Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2009: Enrique Dussel.

Obtiene MENCIÓN el intelectual cubano Eliades Acosta Matos.
El Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, dio a conocer al ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2009, que en su quinta edición falló a favor del autor argentino residenciado en México Enrique Dussel, por su obra Política de la liberación. Volumen II, Arquitectónica.
La obra ganadora fue anunciada en rueda de prensa este sábado 10 de julio desde el Instituto de las Artes de la Imagen y el Espacio, por el Ministro del Poder Popular para la Cultura, Farruco Sesto, la viceministra de Cultura para el Desarrollo Humano, Carmen Bohórquez, acompañados de Aurelio Alonso Tejada (Cuba), Santiago Alba Rico (España), Héctor Díaz Polanco (México), Iraida Vargas Arenas y Carlos Noguera (Venezuela), miembros del jurado.
El veredicto reza que “se trata de una obra que aborda el momento ontológico y normativo, enfocado desde una perspectiva de la problemática del Sur y, en particular, de América Latina. El autor intenta construir una crítica general del sistema categorial de las filosofías modernas, esto es, una crítica de la filosofía política de la liberación a partir de la noción central de poder (...) al tiempo que aporta a los lectores herramientas valiosas para pensar la política en una perspectiva de liberación y emancipación”.
Asimismo, fueron reconocidas menciones honoríficas a las obras:
-- Sociología jurídica crítica. Para un nuevo sentido común en el derecho, de Boaventura de Sousa Santos;
-- Imperialismo del siglo XXI: las guerras culturales, de Eliades Acosta Matos;
-- Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo, de Pascual Serrano;
-- La agroenergía. Solución para el clima o salida de la crisis para el capital, de Francois Houtart;
-- Venezuela: ¿hacia dónde va el modelo productivo?, de Víctor Álvarez.
Con el Premio Libertador al Pensamiento Crítico, uno de los más importantes en el ámbito de las ciencias sociales, el Gobierno Bolivariano reconoce y apoya el esfuerzo teórico, en demanda del respeto y la libertad de los pueblos, por parte de los intelectuales del mundo.

NOTA: ¡Felicidades Eliades! Sigue golpeando al imperio y a sus lacayos seudointelectuales con tu erudición y sapiencia. Un abrazo.
NOTA 2: Me alegran también las menciones otorgadas a los amigos Pascual Serrano y Francoise Houtart, y a los demás distinguidos.

viernes, 9 de julio de 2010

La liberación de presos: una victoria silenciosa de la Revolución cubana.

Mercenarios prisioneros de Playa Girón
Enrique Ubieta Gómez
En el día de ayer, el Arzobispado de La Habana hizo pública la decisión del Gobierno cubano de liberar en los próximos meses a 52 contrarrevolucionarios detenidos y juzgados en 2003, cinco de ellos de forma inmediata. Como resultado de los contactos establecidos por el Gobierno con el Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana y Monseñor Dionisio García Ibáñez, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, había sido liberado ya, por motivos de salud, otro de los sancionados.
En el sistema de prisiones de Cuba suele concederse licencia extrapenal al sancionado que –con independencia del motivo de su delito--, presenta problemas de salud que son incompatibles con el régimen carcelario. Desde el año 2004 se habían beneficiado de esa política habitual otros 21 contrarrevolucionarios de la misma causa judicial; cuatro de ellos viajaron a España con sus familias, como parte de un acuerdo con el Gobierno español.
El Gobierno de Cuba sabe conversar y tomar decisiones –sin presiones, ni chantajes, ni condiciones previas--, sobre cualquier tema, y con cualquier interlocutor que respete la soberanía del país. El mayor obstáculo para la liberación de esos presos --juzgados y condenados por tribunales cubanos, según las leyes del país--, era precisamente la clara intención de chantaje de una campaña mediática que las grandes corporaciones de prensa y la derecha europea y norteamericana habían promovido de forma irresponsable. La Revolución, en cambio, propone el diálogo respetuoso. Habría que recordar una larga lista de ejemplos históricos: el canje de mercenarios capturados durante la invasión de Playa Girón; el diálogo con la emigración cubana en 1978 y la liberación posterior de cientos de batistianos y de contrarrevolucionarios, muchos de ellos capturados en actividades terroristas; los acuerdos migratorios con gobiernos norteamericanos de uno u otro partido (tanto los de Reagan o W. Bush, como los de Clinton u Obama); el proceso de contactos permanentes e intercambio de criterios con las diferentes denominaciones religiosas, incluida la católica, entre otros. La lista incluye mediaciones internacionales de trascendencia, como la que llevó definitivamente la paz a Angola y al cono sur africano.
No hay debilidad en la disposición al diálogo, sino fortaleza. Las recientes conversaciones del Gobierno con la jerarquía de la Iglesia católica cubana están respaldadas por la existencia de una comunicación franca y sistemática con las instituciones y organizaciones religiosas del país. Creyentes y no creyentes –de cualquier denominación--, participan por igual en la construcción de una sociedad cada vez más justa. Aunque estas conversaciones transcurrieron por iniciativa de las partes, y encauzaron una decisión que el acoso internacional había pospuesto, los medios trasnacionales y sus lacayos internos, inicialmente desconcertados, intentan ahora capitalizar los resultados. Era previsible, y no nos preocupa. Por la vida de Guillermo Fariñas, como por la de cualquiera de sus coterráneos, Cuba puso los equipos médicos que posee –y los que no posee pero buscó donde pudo, a pesar del bloqueo--, y los mejores especialistas que ha formado. Pero su actitud nunca hubiese conducido a la obtención de los resultados que esperaba. Qué triste es que un hombre exponga su vida, sin saber acaso que otros manipulan sus sentimientos, planifican las ganancias posibles de su sacrificio, usan su empecinamiento con fines espurios. Qué triste es –con tantas causas justas, imprescindibles, en este mundo esencialmente injusto--, que un hombre arriesgue su vida por el bienestar personal de un puñado de pillos y de un estado imperialista. Que un hombre apueste a la muerte para derrotar a un país que lucha a contracorriente por la vida.
¿Sería capaz Obama de abrir el diálogo franco, sin resabios imperiales, con su pequeño pero digno vecino?, ¿tendría el coraje de reconocer el carácter político, vengativo, de las sanciones que pesan sobre los cinco antiterroristas cubanos, presos hace ya más de diez años en cárceles de su país?, ¿podría Obama, en un acto sencillo, que dignificaría su mandato, indultar a esas cinco personas que hicieron en territorio norteamericano, a favor de sus ciudadanos, lo que no hicieron las autoridades de su país? Una vez más la Revolución cubana ofrece un ejemplo de dignidad y de fortaleza.

jueves, 8 de julio de 2010

Contra la fantasía.

Santiago Alba Rico
Tomado de La Calle del Medio 26
El mundo tiene límites; la fantasía no. Genios voladores, transformaciones mágicas, mesas que se llenan solas de comida, duendes que atraviesan las paredes, hadas que hacen desaparecer gigantes (o profetas que separan las aguas del mar con un bastón): los mitos y los cuentos apartan, con un sésamo o un abracadabra, los obstáculos que la geología y la historia colocan en el camino de los humanos. Perrault, los hermanos Grimm, Andersen, Hoffmann, eran grandes fantasiosos que se sacudían las estrecheces del mundo sublunar con ensoñaciones al galope. Pero hay que tener cuidado, porque también Jerjes, que mandó azotar el mar, era un fantasioso, y también lo era Tze Huan-Ti, primer emperador de China, que castigó a una montaña por cortarle el paso; y lo eran Hernán Cortés y Napoléon y Cecil Rhodes. También lo fue Hitler: “un Estado que en la época del envenenamiento de las razas se dedica a cultivar a sus mejores elementos raciales, tiene un día que hacerse señor del mundo”. Y un gran fantasioso es también, claro, el presidente de la multinacional Monsanto: “el glisofato es 100% biodegradable e inocuo para la salud”. Y lo es asimismo -grande, inmensa fantasía- Dominique Strauss-Kahn, el máximo dirigente del FMI: “es posible conciliar la protección social con el crecimiento económico”.
Olvidamos a menudo, en efecto, que vivimos en un mundo dominado, y no liberado, por la fantasía. Hace 70 años, el delirio de la pureza racial y la superioridad aria desbarató Europa y mató a 60 millones de obstáculos en todo el planeta. ¿Y qué pasa hoy con el capitalismo? ¿Derretir los glaciares, descorchar las montañas, perforar los fondos marinos cada vez más deprisa e ilimitadamente? ¿Liberar los vicios individuales para que produzcan bienestar general? ¿Confiar en una solución tecnológica que repare retrospectivamente todos los daños que los “medios de destrucción” ocasionan en su búsqueda de “crecimiento”? ¿Tener siempre un carro nuevo, una casa nueva, un cuerpo nuevo? ¿Estar a favor al mismo tiempo de la igualdad y la desigualdad, de los pobres y de los ricos, del derecho y de la tortura, de la democracia y de la dictadura? Cuando la fantasía, que ignora los límites, pedalea en el aire, sin medios para materializarse, recurre a la magia, como en los cuentos, y hace reír de gozo liberador. Cuando la fantasía, que ignora los límites, dispone de dinero, armas, policía -y aplica cálculos matemáticos y procedimientos racionales de organización y penetra en la tierra como los dientes de una excavadora- el mundo mismo, con sus árboles, sus montes y sus niños, cruje de dolor. Con medios grandes, como los que poseía Hitler, un sueño abstracto puede suprimir millones de criaturas concretas antes de chocar contra la pared; con medios enormes, como los que posee el capitalismo, la pared última, condición de toda existencia y también de toda ensoñación, está a punto de venirse abajo. A esta intervención material de la fantasía, a través del poder o la riqueza, los antiguos griegos la llamaban hybris , el exceso sacrílego, la insubordinación blasfema contra los límites humanos, y era castigada por los dioses con una catástrofe -una “revolución”- que devolvía el mundo a su equilibrio original. Los tiranos, los ricos, los fantasiosos ejecutivos acababan en el Hades haciendo rodar piedras o girando en ruedas de fuego.
El problema de la fantasía capitalista es que apenas si genera una fantasía contraria de justicia automática. Nos gusta, nos parece seria, nos resulta apetecible. Se nos antoja real. Es normal: el capitalismo, que gasta 1 billón de dólares en armas, gasta la mitad de esa cifra en publicidad -con sus carros circulando libremente por carreteras desérticas, sus imperativos terroristas de inmediatez pura y sus accesos mágicos a la salud, la belleza, el prestigio, la felicidad.
Lo contrario de la fantasía, que no reconoce límites, es la imaginación, encadenada a los guisantes y los pañuelos, una facultad muy antigua, muy modesta, muy doméstica, que ha sobrevivido en las circunstancias más adversas (¡incluso bajo el nazismo!) y que, como la memoria, está a punto de sucumbir a la fantasía mercantil. Mientras la fantasía vuela, la imaginación va a pie; mientras la fantasía pasa por encima de todas las criaturas, la imaginación tiene que enhebrarlas una por una para llegar más lejos. En sus trabajosos recorridos horizontales, de un guisante a un guijarro a un pañuelo a un juguete a un niño, empieza desde muy cerca y, por así decirlo, interesadamente: “ese niño podría ser mi hijo”. Luego, de cuerpo en cuerpo, vasta red ferroviaria, ya no puede detenerse y sigue rodando a ras de tierra hasta abarcar potencialmente el conjunto de los seres, que son incontables pero no infinitos .
¿Para qué sirve la imaginación? Básicamente para ponerse en el lugar exacto del otro y para ponerse en el lugar probable de uno mismo. Mediante la pedestre imaginación sentimos como propio el dolor o la felicidad de los demás: eso que llamamos compasión y amor. Bajo el nazismo, nos cuenta Tzvetan Todorov, hubo hombres y mujeres que, no pudiendo soportar el sufrimiento de los judíos, se subían de un salto a los vagones de la muerte (porque saltar al fuego puede ser también un acto reflejo) para compartir con ellos su destino. Pero la imaginación sirve también, al revés, para meter al otro en nuestro propio pellejo. En Madrid, en el año 2010, muchas personas duermen en la calle cubiertas por cartones y a medida que se agrave la crisis su número aumentará. Cuando pasamos al lado de una de ellas jamás se nos ocurre pensar que eso podría ocurrirnos también a nosotros sino que nos dejamos llevar por la fantasía absurda de que nuestros méritos o nuestros dioses excluyen por completo esa posibilidad. Para representarnos el dolor ajeno hace falta imaginación; para representarnos nuestro dolor, nuestra vejez, nuestra muerte futura hace falta también imaginación. Sin imaginación, como se ve, todo es fantasía; y la fantasía asegura los beneficios de Monsanto, la BP y el Banco de Santander, así como nuestra mansedumbre frente a su hybris destructiva.
Las leyes de la oferta y la demanda son injustas: diez hombres piden pan y el mercado da diez chocolatinas a uno solo. Pero es sobre todo una gran fantasía. Porque el mercado sueña irresponsablemente con una oferta infinita y porque -como decía Georgescu-Roegen, pionero en bio-economía- no tiene en cuenta la demanda de las generaciones futuras.
En un textito de 1908, el gran escritor hispano-paraguayo Rafael Barrett parafraseaba la famosa declaración de Montesquieu. Amar a los desconocidos, dar la vida por lo completamente ajeno, es lo más sublime a lo que uno puede aspirar. Está bien amar a la propia familia, pero es mejor el que se sacrifica por la patria, más grande y menos nuestra. Pero es mejor el que se sacrifica por la humanidad, más grande aún y más desconocida. Pero hay algo todavía mejor. Si hubiera -añade Barrett- “otra alma más alta y más profunda que en su seno abrazase el alma de la humanidad misma, el acto supremo sería sacrificar lo que de humano hay en nosotros a la realidad mejor”. Lo cierto es que esa realidad existe y no es Dios: es -concluye el escritor- “la humanidad futura”, cuyas demandas, en efecto, no caben en el mercado.
Esa humanidad futura, en todo caso, no nos es completamente desconocida. A través de nuestros hijos y nuestros nietos podemos ya imaginarla y seguirla generación tras generación, de peldaño en peldaño, con nuestro propio cuerpo, hasta por lo menos (es lo más lejos que yo he llegado) el año 14.825.
Lo raro -qué raro- es que a la fantasía destructiva del mercado la llamen realismo y a la preocupación por nuestros amigos y sus hijos la llamen utopía.

miércoles, 7 de julio de 2010

Nota de prensa del Arzobispado de La Habana.

La Habana, 7 jul (PL) Prensa Latina transmite a continuación la nota de prensa del Arzobispado de La Habana:
ARZOBISPADO DE LA HABANA
NOTA DE PRENSA
Al mediodía de hoy, miércoles 7 de julio, el cardenal Jaime Ortega Alamino ha sido recibido por el presidente cubano Raúl Castro Ruz. En el encuentro participaron también el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, Miguel Ángel Moratinos, y el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla.
Horas antes, el cardenal Ortega había sostenido una reunión de trabajo conjunta con los ministros Moratinos y Rodríguez Parrilla.
Durante estas citas de hoy se conversó sobre el proceso iniciado el pasado 19 de mayo, cuando el presidente Raúl Castro Ruz recibió al cardenal Jaime Ortega y al presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, monseñor Dionisio García Ibáñez.
Hasta el presente, el desarrollo de este proceso ha permitido la liberación de un prisionero y el traslado de otros doce a sus provincias de residencia.
En el ámbito de estos encuentros de hoy, y siguiendo la continuidad del proceso antes mencionado, el cardenal Ortega fue informado que en las próximas horas otros seis prisioneros serán trasladados a sus provincias de residencia y que cinco más serán puestos en libertad y podrán salir en breve para España en compañía de sus familiares.
Las autoridades cubanas informaron además que los 47 prisioneros que restan de los que fueron detenidos en 2003, serán puestos en libertad y podrán salir del país. Esta gestión será concluida en un período de tres a cuatro meses a partir de este momento.
Este proceso ha tomado en consideración las propuestas expresadas previamente al cardenal Ortega por los familiares de los presos.
Orlando Márquez Hidalgo
La Habana , 7 de julio de 2010

martes, 6 de julio de 2010

¿Hippies sistémicos?

Tienda de hippies
E. U. G.
A veces aparecen algunas definiciones importantes en la maleza retórica de la contrarrevolución. Si discutimos en torno al futuro de Cuba, es bueno saber que los desacuerdos van más lejos, que el inconforme --¿qué revolucionario no lo es?--, no aspira a mejorar el socialismo, sino a sustituirlo por el capitalismo. Puede apellidarlo sui generis, como hizo Yoani la "Superbloguera", pero eso solo sugiere ignorancia. O reconocer por oposición la meta anhelada, como Luis Cino, quien me acusa de padecer una "manía anticapitalista". Elogio inesperado, que se acrecienta al compararme a mi amigo Santiago Alba Rico. Pero Cino es tan transparente como el aire: sin sonrojos, yo diría que sin la más mínima conciencia de su estupidez --empleo el término en la acepción de mi artículo "Sé estúpido", ya que él se traga el slogan publicitario de la marca Diesel: "be stupid"--, asume como válido el hippismo deshuesado, light, el de los blue jeans rotos de fábrica y de marca (no el de los jeans rescatados del taller mecánico, como expresión de rechazo al mercado y al buen vestir), y habla de "jóvenes irreverentes, hedonistas y anti sistema", para referirse a la irreverencia individualista de los defensores del sistema, que quieren ser como los señoritos de las películas norteamericanas. Practicar el sexo libre, usar pitusas, y querer la paz del no compromiso, es una lamentable caricatura de lo que fue el movimiento juvenil de los años sesenta. Una caricatura fabricada por Diesel, es decir, por el Mercado, es decir, por el capitalismo. Cino quizás prefiera el té hindú antes que la Coca Cola; el mercado le tiene reservado el local adecuado, a su gusto, para que sea todo lo "irreverente" y se sienta todo lo "antimercado" que quiera, si lo puede pagar. No escribí mi artículo para Cino, la verdad, ni siquiera para los blogueros aludidos en él, sino para los jóvenes cubanos. Pero su "réplica" confirma mis sospechas.