martes, 17 de noviembre de 2009

El golpista Micheletti, nuevo vicepresidente de la Internacional Liberal.

Para los desmemoriados
Darío L. Machado Rodríguez
La noticia ha dejado la verdad desnuda, franca, sin afeites: La Internacional Liberal acaba recientemente de informar oficialmente que ha sido designado como su vicepresidente nada menos que ¡Roberto Micheletti!
Esa operación tan insólita como oportunista y de claros tintes autoritarios merece análisis, no porque la susodicha organización sea acreedora de un abordaje desde la ética, ni porque sea políticamente importante, ni en uno u otro caso vale la pena, es universalmente sabido que les falta mesura política o basamentos éticos, tanto como les sobra dinero y arrogancia. Si semejante despropósito merece análisis es por su claro sesgo ideológico.
Este nombramiento es como la tapa al pomo. la cereza en la copa de helado, el toque final a una espiral de malabarismos de toda clase conque los diferentes representantes del conservadurismo, la reacción y la derecha internacional han logrado mantener al usurpador Micheletti en el poder, en una suerte de colaboración perversa: los esbirros del mandatario de facto golpean, matan, reprimen, los otros prometen, engañan, resbalan…; es una operación aparentemente dirigida contra el presidente legítimo Manuel Zelaya, pero en el fondo enfilada contra el pueblo hondureño, contra sus aspiraciones, contra sus derechos. Del colofón se han encargado los ultra de la derecha de este mundo.
En el espaldarazo que los liberales de la Internacional han dado al dictador se refleja como en una gota de agua el mismo carácter autoritario del beneficiado: a Micheletti lo “designan”, es decir, lo nombran, lo ponen. Quién sabe de haber sido sometido al voto de los propios liberales si habría sido elegido; es muy probable que no, porque más allá de las afinidades ideológicas, el Sr. Micheletti no brilla precisamente por su inteligencia y tolerancia y verlo manifestarse provoca un natural desagrado, cierta desazón rayana en grima.
Pero el colmo no fue ese nombramiento sobre el que uno puede pensar: “si lo designan se lo merecen”. Lo que rompió todas las marcas de la insensatez, la imprudencia y la desfachatez, explicables solo por la soberbia del presidente de la Internacional Liberal, fue el nombramiento de Micheletti como “Libertador de las Américas”, con lo que hizo un empleo espurio de un título que entre los latinoamericanos ha sido conferido solo a Simón Bolívar. De cualquier manera es aconsejable estar alertas; hasta el gobierno norteamericano debe ponerse en guardia, no vaya a ser que Obama parezca demasiado bruno y popular a estos defensores de la democracia.
En efecto, son muchas las interpretaciones de lo que significa democracia. La de la Internacional Liberal, la de su presidente Hans Van Baalen y la de Micheletti, son especialmente singulares y repugnantes para muchos otros demócratas sinceros. Si hay alguna duda léase lo que declaró el eurodiputado Van Baalen a Radio Nederland: "Roberto Micheletti es el futuro de la democracia en Honduras, y Daniel Ortega debe dejar el poder en Nicaragua". Es decir, un presidente electo por el voto popular tiene que irse y uno postizo puesto y mantenido por la fuerza es nada más y nada menos que “el futuro de la democracia”.
Para este señor, el concepto de democracia está curiosamente asociado a los golpes de Estado y las dictaduras, en consecuencia Pinochet y Videla para él fueron demócratas, como igualmente lo serían otros futuros gobernantes de facto que manu militari se apoderasen de las riendas del Estado en cualquier otro país donde existan hoy gobiernos elegidos por las mayorías. Este modo de ver el mundo nos recuerda aquella irónica frase de Bertolt Brecht para calificar el autoritarismo: “Este pueblo no nos conviene disolvámoslo y elijamos otro”. En última instancia si en lugar de haber sido elegido eurodiputado lo hubiera instalado en esa función un golpe militar no tendría ningún escrúpulo en considerarse defensor de la democracia y de la libertad.
En la mencionada entrevista a Radio Nederland el periodista pregunta al presidente de la Internacional Liberal: “Leo la siguiente frase suya: Roberto Micheletti ha hecho grandes esfuerzos por la democracia latinoamericana y el liberalismo en Honduras. Para decirlo de forma clara: quiere decir de forma contundente que Ud. no ve ninguna minuta en el golpe de Estado que depuso a Manuel Zelaya.”
La respuesta de Van Baalen no da lugar a duda alguna: “No. Y le insisto: la destitución de Manuel Zelaya fue democrática, porque él no atendió las leyes del juego. Me parece acertado que lo depusieran del poder. A Micheletti le ha tocado un contexto internacional muy adverso, y ha sabido conducir el proceso electoral del 29 de noviembre. Estas elecciones ya estaban programadas mucho antes de que Micheletti asumiera la presidencia interina. Estas elecciones deben ser reconocidas por la comunidad internacional, y el candidato electo debe ser reconocido por todos en el mundo.”
Hay una media verdad en la anterior respuesta, que multiplica por cero al pueblo hondureño. En efecto, en Honduras no hay para la dictadura de Micheletti un “contexto adverso”, el problema está fuera de ese país, donde hay mucha, mucha, gente desinformada. Parece chiste, pero realmente lo afirma cuando añadió: “Desafortunadamente la comunidad internacional no sabe mucho de los hechos concretos que se han dado en Honduras, esto me da mucha lástima; la comunidad exterior no sabe que “Mel” Zelaya quería un nuevo tiempo como presidente lo que es simplemente prohibido por la Constitución, entonces la Corte Suprema decidió que él ya no era presidente”.
Entre las declaraciones hechas por Van Baalen a propósito de su visita a Honduras está la poco velada invitación a la comunidad internacional para avalar el golpe de Estado. Los infelices desinformados que no saben que Micheletti no es un dictador y que en Honduras hay libertad debían según él enviar observadores a las elecciones tramposas.
Van Baalen no menciona los muertos, los heridos, la represión, los medios de comunicación cerrados, los toques de queda, el hostigamiento a la embajada brasileña, las mentiras urdidas con las que los golpistas se agarraron cierta parte del cuerpo cuando apareció aquella carta apócrifa en la que supuestamente Manuel Zelaya renunciaba a la presidencia y que emplearon para inhabilitar al jefe legítimo del Estado, toda una grotesca puesta en escena.
No podría encontrarse mejor aviso para los desmemoriados que se han tragado la falacia que las ideologías no existen.

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